Todo cabe
Este texto está dividido en cuatro partes que dialogan entre sí. En la primera comparto una historia que ilustra la metáfora de la ‘mochila emocional’. En la segunda, la llevamos a la reflexión: ¿qué significa cargar con nuestras piedras? En la tercera, propongo algunas formas de aligerar ese peso en la práctica. Y en la cuarta, cierro con una idea para seguir pensando y cuidándonos. La invitación es que leas cada sección con calma, quizá incluso reconociendo qué piedras llevas tú en tu propia mochila.
01 Para empezar
Hace poco, en consulta, un paciente me dijo que estaba cansado de cargar con un perdón pendiente hacia alguien cercano que lo había herido. Describía sentir un gran peso en los hombros. Al profundizar, nos dimos cuenta de que esa no era la única carga: también llevaba consigo una ruptura amorosa, comentarios hirientes de su madre, la exclusión de ciertos círculos sociales. Cada uno de esos recuerdos era como una piedrita más dentro de su mochila emocional. Al inicio, quizá la carga no parecía tan pesada, pero con los años se fue volviendo insoportable.
La mochila emocional funciona así: guarda lo que callamos, lo que no perdonamos, lo que nos dijeron y dolió. Y mientras no la abramos para ver su contenido, seguirá llenándose en silencio, sin pedir permiso.
02 Para pensar
Lo que le pasaba a este paciente no es tan distinto de lo que nos pasa a muchos. También nosotros solemos guardar silencios, convencernos de que ciertas cosas “no pesan tanto” y seguir caminando sin mirar atrás. Al principio la mochila apenas incomoda, pero después de muchos kilómetros, el peso acumulado empieza a pasar factura. Y ahí es cuando necesitamos detenernos, abrir la mochila y preguntarnos no solo qué llevamos dentro, sino por qué lo seguimos cargando.
Porque todos tenemos una mochila emocional, y de alguna manera vamos decidiendo cuánto la llenamos y con qué. La pregunta es: ¿qué hacemos con esas piedritas cuando ya no podemos más?
Lo primero es compartirlas. Hablar con alguien es como sostenerlas entre dos: siguen siendo tuyas, pero dejan de pesar igual. Eso le pasó a este paciente, que llegó exhausto tras décadas de acumularlas y descubrió que, al compartirlas , encontraba alivio. Para eso existe la terapia: un espacio donde, como me gusta decir, todo cabe —miedos, enojos, alegrías—, un lugar seguro para vaciar la mochila y atrevernos a mirar lo que llevamos dentro.
03 Para hacer
No solo en terapia podemos soltar lo que cargamos; en realidad lo hacemos de distintas maneras en nuestro día a día, muchas veces sin darnos cuenta. A veces, cuando hablamos desde el enojo o la frustración, lo que hacemos es arrojarlas contra alguien más, sin medir a quién golpean. Otras veces, si nos damos un momento para reflexionar, podemos reconocer que esa piedra ya no nos sirve y simplemente dejarla en el suelo, aceptando que no nos pertenece más.
Como en el caso de este paciente, suele pasarnos que evitamos hablar de lo que nos pesa con familiares o amigos, convencidos de que al hacerlo también les estaremos cargando sus propias mochilas. Pero la realidad casi siempre es distinta: cuando compartimos una preocupación con alguien que nos quiere, lo que sentimos es ligereza, como si de pronto se nos quitara un peso de encima.
Y lo mismo ocurre al revés. Cuando alguien cercano nos comparte su preocupación, lo escuchamos, intentamos ayudar, damos un consejo o alguna posible solución. Pero es importante reconocer que incluso en ese gesto de acompañar, no nos adueñamos de la piedrita: sigue siendo del otro, y no nos corresponde cargarla. Es decir, nadie puede poner piedras en tu mochila sin tu consentimiento; al final, eres tú quien decide qué cargar y cómo relacionarte con lo que sientes. Pero bueno, ese será un tema para otra semana.
04 Para continuar
Todo esto nos recuerda que también existen piedras invisibles que aparecen cuando nos comparamos constantemente con otros. Y en tiempos de redes sociales, esas comparaciones son inevitables, a veces incluso inconscientes. Esa comparación permanente termina pesando tanto como cualquier herida o silencio guardado.
Por eso me parece valioso traer aquí las palabras de Marian Rojas Estapé:
"Las redes son buenas en muchos aspectos pero cuidado, porque de forma implícita siempre te comparas, aunque tú no lo quieras y la comparación está siempre envuelta en la tristeza. Entonces hay épocas que hay que desconectar de redes un poquito y simplemente conectar con tu propia vida, ver que tu vida tiene un propósito, hacer las cosas lo mejor posible, porque de la otra manera, si no, sufres." – Una Terapia Completa con Marian Rojas
Al final, desconectar de lo externo es otra forma de vaciar la mochila: dejar de cargar con piedras que nunca fueron nuestras y reconectar con el sentido de nuestra propia vida.
La pregunta entonces es: si todo cabe en la mochila, entonces, ¿qué elegirás seguir cargando y qué decidirás soltar?