Septiembre y sus tendencias: un estudio (no tan) serio
Cada año ocurre lo mismo. Llega septiembre y, de repente, parece que el mundo entero recibe un memorándum secreto con instrucciones para cambiar de estación, de humor y hasta de personalidad. Las redes sociales se llenan de calabazas, bufandas, colores otoñales y listas de reproducción con títulos como “para ver llover desde la ventana”. Nadie sabe bien quién dicta estas modas —tal vez un consejo mundial de influencers o un algoritmo con alma de poeta—, pero todos las seguimos con disciplina casi religiosa.
Porque septiembre no es solo un mes. Es un ritual colectivo. Y sus tendencias, lejos de ser superficiales, dicen más de nosotros de lo que quisiéramos admitir.
1. El regreso triunfal del pumpkin spice
No falla. A principios de septiembre, el pumpkin spice latte reaparece en los menús de café como una estrella de rock que cada año hace su gira mundial. Es curioso: la mayoría de la gente no toma café con calabaza el resto del año. Pero en septiembre parece indispensable, casi patriótico.
El pumpkin spice no es una bebida; es una experiencia sensorial y emocional. Comprar uno es participar en una ficción colectiva: que el otoño es acogedor, que la vida es lenta, que pronto leerás a tu autor favorito junto a una chimenea inexistente. La realidad, claro, es que el tráfico sigue igual, las facturas también, y el café sabe un poco a canela con culpa. Pero, por tres sorbos, creemos en esa otra vida donde todo es Pinterest.
2. El uniforme del entretiempo
Septiembre también es el mes del rebranding personal. De repente, todos deciden que necesitan un cambio de look, aunque sea mínimo. Flequillos impulsivos. Gabardinas que en realidad son inútiles en climas de 28 grados. Botas nuevas que provocan ampollas pero prometen estilo urbano.
Hay algo de simbólico en esto. Como si al cambiar de estación necesitáramos demostrarle al mundo —y a nosotros mismos— que somos diferentes a la versión que sobrevivió al verano. Septiembre huele a comienzos: del semestre, del trabajo, de los proyectos que abandonaremos en dos meses. Las compras del entretiempo son la prueba tangible de ese optimismo fugaz.
3. Las playlists de la melancolía
No sé en qué momento Spotify decidió que septiembre era la temporada oficial de la melancolía, pero sus algoritmos lo tienen claro: guitarras acústicas, voces suaves, títulos en minúsculas. Canciones para ver llover, para escribir diarios existenciales, para mirar por la ventana como si uno fuera protagonista de una película francesa.
Septiembre nos vuelve ligeramente teatrales. Quizá porque el verano es demasiado ruidoso, demasiado brillante, y el otoño promete introspección. Es el soft launch de la melancolía: no estamos deprimidos, solo… reflexivos.
4. El auge de las series oscuras
Las plataformas de streaming lo saben. En septiembre estrenan series densas, documentales sobre sectas, thrillers psicológicos. Después de las comedias románticas veraniegas, llegan las historias donde nadie es inocente, todos tienen secretos y probablemente alguien desaparece en un pueblo con niebla.
Tal vez es una necesidad de contraste: del sol y la playa pasamos a la lluvia y el misterio. El entretenimiento sigue la lógica de las estaciones. En junio queremos rom-coms. En septiembre queremos traumas familiares y detectives alcohólicos.
5. La fiebre académica y productiva
Septiembre es también el mes de las agendas nuevas, los cuadernos minimalistas y las aplicaciones de productividad que prometen que ahora sí, este semestre será diferente.
No importa que en octubre todo vuelva al caos habitual; septiembre trae esa ilusión de orden. Compramos marcadores de colores, planeamos rutinas imposibles, juramos que esta vez dormiremos ocho horas y tomaremos dos litros de agua. Es el Año Nuevo del hemisferio norte, solo que con hojas cayendo en lugar de fuegos artificiales.
6. La estética del café
Las cafeterías lo saben: septiembre es su momento estelar. Se llenan de estudiantes con portátiles, oficinistas que hacen home office selectivo y personas que solo quieren tomarse una foto con taza humeante.
El café en septiembre no es solo cafeína: es atrezzo. El fondo perfecto para mostrar que somos intelectuales, productivos y un poco melancólicos. Un latte con espuma artística es básicamente un selfie líquido.
7. La moda del “nuevo yo”
Septiembre también es temporada alta para terapias, clases de yoga, cursos de cerámica y cualquier cosa que prometa “reinventarnos”. Quizá es porque el verano nos deja cansados de tanto ocio y selfies en la playa, y de pronto queremos profundidad. O al menos la ilusión de ella.
Hay algo casi cómico en este impulso colectivo por mejorar justo cuando empieza a oscurecer más temprano. Como si prepararnos para el invierno significara también arreglar el alma.
Lo que todo esto revela
Podríamos reírnos de estas tendencias —y deberíamos—, pero también dicen algo serio sobre nosotros:
Necesitamos rituales. Cada estación trae sus costumbres y septiembre nos recuerda que la repetición es reconfortante. Que hacer lo mismo que el año pasado, con la misma bebida y el mismo abrigo, nos da una ilusión de continuidad en un mundo caótico.
Buscamos pertenencia. Seguir modas nos hace sentir parte de algo más grande, aunque sea un ejército global de personas subiendo fotos de su pumpkin spice latte.
Amamos los comienzos falsos. Septiembre promete reinicios que rara vez se cumplen, pero nos encanta la ficción de que todo es posible si compramos la agenda correcta.
Somos estacionales también en lo emocional. En verano queremos ruido; en septiembre, introspección; en diciembre, luces brillantes; en enero, culpa y propósitos. La meteorología dicta nuestro estado de ánimo más de lo que admitimos.
El lado filosófico del pumpkin spice
Al final, tal vez todas estas tendencias —las botas, las playlists tristes, las series oscuras, las agendas nuevas— son solo maneras de negociar con el paso del tiempo. Septiembre marca un cambio: del calor al frío, de la despreocupación a la rutina, de la luz larga del verano a las tardes que se acortan.
Necesitamos símbolos para procesarlo: bebidas, canciones, prendas, planes. El café con calabaza no es sobre el café ni sobre la calabaza. Es sobre decir: sí, estoy listo para este nuevo capítulo, aunque sea igual al anterior.
Lo que quedará de todo esto
En unos años, cuando miremos hacia atrás, quizá recordemos cada septiembre no por las grandes noticias, sino por sus modas pequeñas. Por el olor del café especiado, por la primera chaqueta que usamos en un día todavía caluroso, por la serie oscura que todos comentaban, por la agenda que abandonamos en noviembre.
Las tendencias de septiembre parecen superficiales, pero tal vez son nuestra manera de darle textura al tiempo. Porque el año sería insoportablemente largo si no lo dividiéramos en estaciones, modas y excusas para sentir que todo empieza de nuevo.