El aire que respiran los regios
En 2023, la Secretaría de Salud reportó un 60% de concentración promedio de PM10 en la zona metropolitana de Monterrey. Estas son pequeñas partículas que flotan en el aire, y dependiendo de su tamaño, pueden entrar por nariz o garganta y penetrar los pulmones y el torrente sanguíneo; esto se mide por microgramos por metro cúbico. Mientras la OMS recomienda cómo máximo 5 µg/m³, Monterrey actualmente ronda en 9.5 µg/m³. La exposición crónica a estas partículas se atribuyó a 1200 muertes prematuras en 2015 a nivel nacional. Y esas nubes grises que cada mañana ocultan las montañas no son niebla, son smog. Smog que respiramos todos los días, creyendo que es solo un problema ambiental a largo plazo, cuando en realidad consume nuestra salud y frenan el desarrollo del estado.
Pese a su gravedad, la contaminación del aire rara vez ocupa titulares, salvo cuando hay contingencias. Es un tema de segundo plano, mientras que la escasez de agua, la inseguridad, o falta de movilidad encabezan. ¿Por qué? Porque es un problema costoso, impopular y con poca presión social. Y sobre todo, porque no da votos.
Las medidas ambientales en Nuevo León rara vez forman parte de las plataformas políticas, ya que rara vez generan votos. Además, tiene un costo político que pocos están dispuestos a asumir: verificación vehícular, filtros industriales, tarifas a empresas y monitoreo constante. El sistema de monitoreo ambiental en Nuevo León requiere una inversión de al menos 14 millones de pesos en actualizaciones de software y equipos. Para que se controle de forma adecuada la contaminación vehicular e industrial, se requieren inversiones en tecnologías limpias, filtros y transporte eléctrico por cientos de millones de pesos. Por otro lado, la contaminación del aire le cuesta a México 4.6% del PIB nacional anual en gastos en salud y pérdida de productividad, con costos médicos y económicos superiores a los 40 mil millones de pesos. El costo de no actuar sobrepasa con creces la inversión necesaria para adaptar nuestra ciudad industrial a sus nuevas necesidades: tecnología limpias, transporte sustentable e infraestructura que garantice un aire más sano para la población.
Ante un gigante global, es fácil sentirse incapaz. Menos del 1% del mundo tiene acceso a aire limpio diariamente. Los expertos han advertido que, de no reducir la manufactura y el uso de combustibles fósiles, las temperaturas globales serán tan altas que no habrá solución. Ante tantos personajes en esta lucha por proteger nuestro planeta, a nosotros nos toca exigir lo suficiente para proteger nuestra ciudad, nuestro futuro, y nuestra salud. Todos siempre tenemos lugar en donde estar y cosas por hacer, y resulta costoso e ineficaz alterar nuestra vida para disminuir el uso de combustibles fósiles, ya sea el uso del carro o el consumo de electricidad. Aunque todos deberíamos de esforzarnos por reducir nuestra huella de carbono, nuestro rol más importante en esta lucha es el de exigir. A quienes toman las decisiones sobre nuestra salud, bienestar y desarrollo de nuestro estado que actúen con urgencia y responsabilidad. Que no se escondan detrás de contingencias frecuentes sin soluciones estructurales, resultados insuficientes del plan ambiental y la Agencia de Calidad del Aire o supuesto impuesto verde implementado en 2022 y del cual no se han visto resultados de remediación, como se dijo en el Congreso del Estado en enero. Que escuchen a los ciudadanos, y que respondan cómo lo hicieron ante la presión de detener el proyecto del viaducto elevado sobre Morones Prieto junto al Río Santa Catarina tras crítica ciudadana, y en cambio se destinó el río como un área natural protegida. Se debe interponer esa misma presión en monitoreo y sanciones a empresas contaminantes, un sistema de transporte público moderno y eléctrico, y ante todo, transparencia en resultados. Porque de esto depende el aire que respiramos, y sin alzar la voz, poco se va a lograr para proteger el futuro de nuestra ciudad.